si el escribir, mis ojos, y si en tanto
por muerte o por consuelo me levanto,
de entrambos la esperanza se me aleja.
Creo que fue a los ocho años cuando me enamoré por primera vez. Fue un dolor tan fuerte que pensé que estaba perdido. Duró meses.
A los dieciséis comprendí que obtener el amor y sus frutos era cosa ajena, pero me empeñé en el fracaso y en el fracaso triunfé.
Entre los dieciocho y los veintitrés coseché todas les negativas y desaires posibles. Las muchachas pasaban ante mis ojos y ni se daban cuenta de mi existencia. Si me miraban era peor aún, mucho peor, era el puro desprecio.
Así que me resultó muy fácil decidir dejar de sufrir. Renuncié al amor. Seguramente éste pasó alguna vez por mi lado pero ya no lo reconocí y no me dolió.